El tener la perspectiva de la igualdad de género no quiere decir que no se reconozcan las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, sólo que no se asume que en esas diferencias esté la capacidad, el valor o las oportunidades que merezcamos como personas.
La evidencia demuestra que todas y todos debemos seguir comprometiéndonos cada día para alcanzar la igualdad de género, ya que en la vivencia cotidiana podemos ver que aún existen muchas creencias y actitudes que refuerzan los roles y estereotipos de género.
Te invitamos a averiguar y reflexionar en lo siguiente de tu propio entorno:
El machismo se fundamenta en los estereotipos de género, pues como vimos anteriormente, estos roles y estereotipos promueven la superioridad del hombre y de lo masculino sobre la mujer y todo lo femenino. El machismo se sostiene y a su vez se reproduce en creencias, valores, actitudes y conductas que violentan los derechos de las mujeres y personas de la diversidad sexo – genérica, únicamente por su género.
Es importante saber que no solamente los hombres pueden ser machistas, además el machismo va más allá de las personas en particular, la verdad es que la sociedad en su conjunto lo es, ya que esta manera de pensar está muy metida en la cabeza de muchas personas, por eso es importante que reconozcamos que esto existe y que todas las personas independientemente de nuestra edad, estamos llamadas a cambiar este patrón de comportamiento, des-aprendiéndolo. ¿Cómo? Mirando y cuestionando nuestras propias actitudes, y así poder darnos cuenta cómo es que el machismo produce situaciones de injusticia y violencia.
Mario había tenido por mucho tiempo unos dolores muy fuertes en su pecho pese a que el trató de ignorarlos, un día tuvo irremediablemente que acudir al doctor. El doctor, desde luego lo examinó detenidamente y no había encontrado ninguna anormalidad en su corazón: -No veo nada malo -le dijo -Puede ser que su dolor sea porque ha sufrido mucho y ese lo debilita. Mario contestó: -Nada de eso doctor, cuando pasa algo malo, soy valiente y me pongo bien enseguida, ya estoy tranquilo sabiendo que no tengo nada, yo si me imaginaba que estaba bien porque la verdad soy muy fuerte y seguro tuve algún golpe del que no me di ni cuenta.
Mario continuó su camino, pero el dolor en su pecho no bajaba, seguía igual de fuerte como siempre, pero pensó en que simplemente no haría caso y se dispondría a trabajar aún más duro que antes: -Ya verán, a mi ningún dolor me dobla, y si me sigue doliendo, pues lo aguantaré como hombre -se decía en su cabeza.
Pero aquel dolor no entendía ya más de estas palabras y finalmente aumentó para el anochecer, y para poder dormir se tomó un jarabe que lo ayudara a conciliar el sueño.
Mario luego de varios minutos había aparecido como por arte de magia en un lugar nuboso donde vio aparecer a un niño de rostro familiar -Esa cara se me hace conocida -se dijo, y le fue siguiendo. El niño se había parado frente a lo que parecían ser unas fotografías muy grandes: -Mario… ¡ven! Mira lo que encontré -le dijo el niño. Mario se acercó un tanto extrañado y miró la fotografía:
-Oye ese de ahí soy cuando tenía unos 7 años, ese día me caí muy fuerte de la bicicleta, me dolía tanto.
-¿Lloraste?
–Claro que no, yo siempre fui muy valiente, mi papá decía ¡Macho mijo, sin llorar! y yo pues enseguida me paraba, así me hice un chico fuerte.
Caminaron y vieron otra foto:
-Aquí tenía unos 14 años parece del día que murió mi abuelito.
-¿Te dio pena? -preguntó el niño.
-Por supuesto, era mi abuelo y yo lo quería.
-¿Lloraste?
-Pues claro que no, aunque la verdad sí tenía muchas ganas, pero a mi abuelo no le hubiese gustado que yo llore ¡Tú sabes, los hombres no lloramos!, así él nos enseñó a mi padre y a mí.
Y caminaron otro poco y vieron otra:
-Mira, aquí yo tenía 17 años, ¡ves que estoy bien grande y fuerte!
-Sí, lo veo, ¿Y ella quién es?
-Ella fue mi primera enamorada, ese día terminamos, ¡La verdad eso sí dolió!, pero tampoco lloré y bueno salí a divertirme, pero no me pasaba la pena.
Siguieron caminando y bajaron más profundamente, y el niño dijo en voz alta:
-Mario, ¡Aquí está la foto de lo que tanto te duele: tu corazón! Y Mario vio su corazón envuelto como en una capa de hielo filoso que parecía que era lo que le lastimaba.
-Ahora veo, esto es lo que me lastima y duele.
-¿Y qué haces cuando algo te lastima?
-Pues no hago caso, salgo con mis amigos, eso hacemos los hombres, lo entenderás cuando seas grande. Y el niño le dijo:
No Mario yo no quiero eso, he visto cómo este hielo crece y se hace más filoso y te lastima cada vez que decides mostrarte fuerte ante los demás, estoy aquí para darte un buen remedio.
Entonces le dio un frasquito, pero ese frasquito estaba vacío. Mario no entendía y el niño le explicó: -El frasco está vacío porque aunque te ha dolido muchas cosas nunca has derramado lágrimas, ahora debes llenarlo con tu llanto para aliviar tu dolor.
Y en ese momento Mario le dijo -Y ¿cómo sabes que esto dará resultado?
-Porque yo soy tú cuando eras niño, aquel niño al que nunca le permitieron llorar en muchos momentos como los de las fotos, y he crecido sintiendo cada vez más dolor, ahora ¿Qué tal si dejas de mostrar siempre que eres fuerte y dejar se sentir vergüenza si algo te duele?.
Mario abrazó a ese niño mientras dejó correr su llanto recordando varios momentos y vio cómo poco a poco el hielo que envolvía a su corazón se derretía y así empezaba a sentirse mejor, esas lágrimas le daban el calor que tanto le hacía falta a su corazón. Y así despertó aliviado.